Melquiadés erreicht den Zustand der Unsterblichkeit

Macondo ist für lange Jahre ein Ort ohne Friedhof und auch der Bau der Kirche erfolgt noch bevor konkreter Bedarf vorhanden ist. Als erster stirbt Melquiadés, der Zigeuner. Er sieht sein Ende kommen und weist Arcadio an: “Wenn ich sterbe, dann brennt drei Tage Quecksilber in meinem Zimmer ab“. Nach dem Sinn gefragt erklärt er kurz und knapp: „Ich habe die Unsterblichkeit erreicht“. (DTV 1987, S.88).

Quecksilber, synonym: Argentus vivum, Mercurius. Metall, Ordnungszahl 80, spezifisches Gewicht 13,59, Schmelzpunkt -33.84 °C, Kondensationspunkt: 356,5°C, chemisches Zeichen Hg, silberweißes, bei Raumtemperatur flüssiges Schwermetall.

Das Buch der Alaune und Salze ist ein Alchemie-Grundwerk. Es wurde ca. im 11. Jahrhundert in Spanien geschrieben. Als Quellen dienten Schriften von Islamischen Gelehrten wie Dschābir ibn Hayyān und Abu Bakr Mohammad Ibn Zakariya al-Razi sowie Schriften aus ägyptischen Kreisen. (Wikipedia). Es schildert die Vorstellung vom Quecksilber so:
“Rede über das Quecksilber: Wisse, dass es kalt und feucht ist, und dass Gott aus ihm alle Minerale geschaffen hat; daher ist es ihr Ursprung. Und es ist luftartig, das Feuer fliehend, doch wenn es eine Weile im Feuer gestanden hat, wird es wunderbare und hohe Werke vollbringen. Und es ist das, was in alle Metallkörper eingeht; es dringt ein und erhebt und erhöht die Körper. Wenn es sich daher mit einem beliebigen Körper vermischt hat, wird es ihn lebendig machen und ihn verschönern und ihn umwandeln von einem Zustand zum anderen, von einer Farbe in eine andere, wenn es mit ihm gemischt und verbunden worden ist. Und es ist immerwährendes Wasser, und es ist das Wasser des Lebens.“ Priesner, Figala, Alchemie, S. 296.

Schlange der Alchemisten

Der Merkurius vermittelt zwischen Körper und Geist und findet seinen bildlichen Ausdruck im Ouroboros, dem sich selbst verzehrenden Drachen als Symbol des permanenten Kreislaufs von Sterben und Wiedergeburt. Sein letzter Weg führt Melquiadés ins Wasser eines Flusses, er sagt ähnlich wie schon Borgés in seinem Gedicht „Son los ríos“ hier: „Somos del agua“.

“Años después, frente al pelotón de fusilamiento, Arcadio había de acordarse del temblor con que Melquíades le hizo escuchar varias páginas de su escritura impenetrable, que por supuesto no entendió, pero que al ser leídas en voz alta parecían encíclicas cantadas. Luego sonrió por primera vez en mucho tiempo y dijo en castellano: «Cuando me muera, quemen mercurio durante tres días en mi cuarto.» Arcadio se lo cantó a José Arcadio Buendía, y éste trató de obtener una información más explícita, pero sólo consiguió una respuesta: «He alcanzado la inmortalidad.» Cuando la respiración de Melquíades empezó a oler, Arcadio lo llevó a bañarse al río los jueves en la mañana. Pareció mejorar. Se desnudaba y se metía en el agua junto con las muchachos, y su misterioso sentido de orientación le permitía eludir los sitios profundos y peligrosos. «Somos del agua», dijo en cierta ocasión. Así pasó mucho tiempo sin que nadie lo viera en la casa, salvo la noche en que hizo un conmovedor esfuerzo por componer la pianola, y cuando iba al río con Arcadio llevando bajo el brazo la totuma y la bola de jabón de corozo envueltas en una toalla. Un jueves, antes de que lo llamaran para ir al río, Aureliano le oyó decir: «He muerto de fiebre en los médanos de Singapur.» Ese día se metió en el agua par un mal camino y no lo encontraron hasta la mañana siguiente, varios kilómetros más abajo, varado en un recodo luminoso y con un gallinazo solitario parado en el vientre.” Pdf, S.32.

Son los ríos

Somos el tiempo. Somos la famosa

parábola de Heráclito el Oscuro.

Somos el agua, no el diamante duro,

la que se pierde, no la que reposa.

Somos el rio y somos aquel griego

que se mira en el rio. Su reflejo

cambia en el agua del cambiante espejo,

en el cristal que cambia como el fuego.

Somos el vano rio prefijado,

Rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado

Todo nos dijo adiós, todo se aleja.

La memoria no acuna su moneda.

Y sin embargo hay algo que se queda

Y sin embargo hay algo que se queja.

Jorge Louis Borgés